En el 2017, pensaba en cuál podría ser una manera adecuada de hacer un aporte significativo a nuestra sociedad. Imaginé, pues, que si queremos mejorar el mundo que manejamos los adultos, es necesario hacerlo cuando la persona esté en formación; es decir, en la niñez. Reflexionaba acerca de que existen dificultades que se ven en el día a día y que, en varias ocasiones, son causadas por personas que muy probablemente no han tenido una buena salud emocional o la vida les ha puesto muchos inconvenientes desde su infancia, acabando por llevarlas a un camino perjudicial para el resto en varios ámbitos de la sociedad.
Así, me di cuenta de que quizás la forma de abordar el problema no era desde arriba tratando de cambiar o concientizar a los adultos. Llegué a la conclusión de que para hacerlo tenemos que intervenir en la base de la pirámide poblacional, con los niños más vulnerables. Es sabido que la educación tradicional es muy importante pero tan igual de importante es la educación emocional y en valores para lograr personas de bien en el futuro. Con esa idea en mente, comencé a ver la oferta de voluntariados y en cuál podría adecuarme mejor. Tal fue mi sorpresa al ver que ya existía uno que se dedicaba casi exactamente a lo que reflexioné e, incluso, era mucho mejor porque se trataba de una iniciativa especializada y ya en marcha. Me pareció curiosa tal coincidencia y postulé inmediatamente para ser voluntario y no busqué más.
Actualmente, puedo decir que EIC marcó en mí un inicio de un camino más comprometido en los voluntariados porque, si bien había realizado algunos anteriormente, en EIC pude encontrar una visión que, a mi parecer, trasciende en varios sentidos de la vida y de las personas.
De este modo, ya como voluntario, pude ver la labor en acción con las actividades y dinámicas de la matriz que nos entregaban, la cual estaba dirigida a fortalecer sus habilidades socioemocionales. Era genial ver cómo poco a poco veíamos algunos cambios comportamientos en los niños y niñoas que visitábamos. También recuerdo con mucha alegría el jugar "agua y cemento" (una variante del juego "encantados") con los niños en los recreos, una diversión plena y sencilla. Asimismo, el recibir las gracias de ellos o simplemente ver sus pequeños rostros con esa felicidad sincera y directa era una dosis inigualable de motivación para seguir asistiendo sábado a sábado.
Actualmente, puedo decir que EIC marcó en mí un inicio de un camino más comprometido en los voluntariados porque, si bien había realizado algunos anteriormente, en EIC pude encontrar una visión que, a mi parecer, trasciende en varios sentidos de la vida y de las personas.
Sobre el autor
Jairo Pérez Santos ha sido Voluntario EIC durante el 2017 en salones de primer y segundo grado de primaria dentro del programa "Habilidades EIC". Además, es Economista de profesión, Formador de Voluntarios en Voluntarios del Bicentenario (Proyecto Especial Bicentenario) y también fue voluntario en los Juegos Parapanamericanos Lima 2019. Sus intereses son aprender idiomas, hacer deporte, voluntariados, y conocer el Perú y el mundo.
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